MUÑOZ, Ignacio María: CRÓNICA DE AUSENCIAS y DE
LA LUZ Y DEL OLVIDO.
Cuadernos del Laberinto, Madrid 2017.
I.S.B.N: 978-84-947595-9-8. 114 páginas. 12€
Siempre celebro a los autores que entrados en la
madurez publican su primer poemario. Lo celebro porque eso significa que son
cautos y pudorosos y que, lo más probable, es que su obra esté cuidada y
pensada con suma atención. Es este el caso de Ignacio María Muñoz (Bilbao,
1959) y su “Crónica de ausencias y De la luz y del olvido”, editada por
los madrileños Cuadernos del Laberinto. En este anaquel dividido en dos libros
que forman un todo, el autor refleja que su vida se ha centrado en la poesía,
que se ha empapado de autores clásicos y que ha destilado su propia emotividad
en versos bien marcados, sólidos y consistentes. Una obra que cumple
radicalmente con esas palabras certeras de Alfonso Canales: “Feliz aquél que
puede las causas de las cosas / adivinar temprano, / mas el que se retarda /
adrede, no queriendo que nada se le esconda, / llega más lejos: día / tras día
desenvuelve / un camino que otros ya encontrarán pisado / y transitable”
Ignacio María Muñoz hace un recorrido extenso y
llano por los caminos de la vida, por todo aquello que amamos y el tiempo
extingue. Un recorrido vital por el hombre y su eternidad perdida, o bien por
el hombre y su transcendencia mediante el amor redentor: Toda la vida resumida
en rojo, / toda la lucha, / el fuego y el esfuerzo, /puestos en ganar tus
labios /que den sombra de carmín y sangre/ como hayedos en otoño.
Si damos por cierta la rotunda cita de Tácito
sobre el poder de lo breve: Es poco atractivo lo seguro, en el riesgo hay esperanza (Ingrata
quae tuta; ex temeritate spes) desentramamos
uno de los factores más apabullantes del pensamiento humano, incluida la
creación, uno de los grandes tópicos de la literatura; el Ubi sunt?
¿Dónde está el pasado, adónde se dirige todo lo vivido? Y en “Crónica de
ausencias y De la luz y del olvido” el lector recupera esa pirueta del tiempo,
ese choque frontal entre la esperanza y el tiempo finito que somos; y
encontramos todos los poemas de Ignacio María Muñoz teñidos por esa desazón del
pasado frente a la vida.
Qué gran tentación
—muerte— de
claudicar,
de abandonar las
armas
y entregarlo todo.
Desertar
y al rendir la plaza
gritarte vencedora.
Llévame —vida— en la
piel
de la música que
suenas,
ayúdame en la huida
montado en la luz
de tus ojos.
Desátame de la rutina
de mis manos
y de mis propósitos
más firmes.
Hazme remar
contra ti y contra el
tiempo
que se escapa,
que se muere,
que se sueña
y no se vive.
Pagaré si es preciso
el rescate de mi
muerte
con mi vida.
Hemos de celebrar la aparición de “Crónica
de ausencias y De la luz y del olvido” porque en el interior de esta
obra habitan muchas de las razones con que la palabra poética apuntala la
mansión de la vida, donde, al decir de Rilke, lo eterno se transforma en
alimento y donde, en los anocheceres, la poesía es en ella todo y de ella
vienen todos los astros.
(Ricardo Castilla Drog)
Magnífico el poema seleccionado dentro de un excelente poemario.
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