Hoy, 8 de marzo, las mujeres
salen a la calle para reivindicar sus derechos y poner de manifiesto el gran
problema existente por la violencia que se ejerce contra ellas. Para conmemorar
el Día Internacional de la Mujer hemos entrevistado al escritor Ignacio Mª Muñoz, que con la publicación de la novela “Mía”
(editorial Cuadernos del Laberinto) nos confirma la realidad dramática
de que el problema de la violencia contra la mujer se basa en una concepción
patológica acerca de las relaciones: el sentimiento de propiedad del hombre
sobre la mujer.
Ignacio Mª Muñoz (Bilbao (1959) comenzó su carrera
profesional ejerciendo la abogacía y tras muchos años como directivo de entidades
financieras españolas y extranjeras, en la actualidad es socio de una
consultora especializada en marketing de marca. Además es especialista en arte
contemporáneo, fotografía y es autor de las novelas “Partido de vuelta y Mañana
ya no es fiesta”; y del poemario “Crónica de ausencias y De la luz y del
olvido”.
–En “Mía” queda bien
patente que la violencia contra la mujer se ejerce en todo tipo de estatus
sociales y que se ha producido a lo largo de toda la historia. ¿Por qué cree
que hasta hoy en día no se ha intentado poner freno a este mal?
–Quizá precisamente por esa misma razón: al tratarse de un
comportamiento que se ha producido a lo largo de los tiempos y transversalmente
no ha sido considerado patológico, sino natural; algo que se aceptaba sin más. Es
innegable que la humanidad evoluciona en todos los aspectos, incluidas las
formas de convivencia, y que lo que ayer parecía razonable para una mayoría,
hoy resulta inadmisible.
–“Mía” se divide en
tres tramas similares, pero que inciden en este gran problema del maltrato a la
mujer. ¿Por qué eligió estos momentos históricos, y la ciudad a la que se
refiere en todo el libro esconde alguna real?
–Quise que una de las tramas discurriera en nuestros días,
porque quien leyera el libro iba a estar necesariamente más familiarizado con
las circunstancias actuales; y a partir de ahí desconté dos veces sesenta y
cinco años (que es el equivalente aproximado a dos generaciones), y fijé las
otras dos tramas en los momentos históricos resultantes: mediados del siglo XX
y finales del XIX. La idea obedecía al propósito de que en total entre las tres
acciones hubiera casi un siglo y medio, que es un periodo de tiempo suficiente
como para ver que algunas cosas han cambiado mucho, pero que otras no lo han
hecho tanto. Y pensé lo mismo en cuanto al escenario en que se desarrollan las
tres tramas: hacerlas discurrir en la misma ciudad imaginaria (que no esconde
ninguna real, pero que todos podemos asociar con el arquetipo de una ciudad
media española) y, por tanto, ver cómo hay elementos de referencia comunes,
buscaba también resaltar la idea de que no todos los factores sociales
evolucionan de la misma manera y a la misma velocidad.
–¿Se le ocurre alguna
solución para paliar esta desigualdad y violencia contra la mujer?
–Creo que el libro trasluce la idea de que la educación es
el mejor antídoto contra la mentalidad que justifica estas conductas. Una
educación en el respeto entre las personas, aceptando al otro en igualdad. Así
es, por lo menos, como yo lo veo.
–¿Qué opina de que
exista un Día Internacional de la Mujer?
–Pues que lo mismo que me gustaría que ya no tuviera que
haber un Día de la lucha contra el cáncer, sería deseable que llegara el
momento en que ya no fuera necesario el Día Internacional de la Mujer. Mientras
tanto, bienvenidos sean todos los esfuerzos por concienciar de la necesidad de
avanzar hacia una sociedad más sana o más justa. Lo que sucede es que, mientras
que hay un acuerdo unánime en cómo tratar de erradicar una enfermedad, no hay
tal en cómo abordar determinados problemas antropológicos. Por eso es
fundamental que este tipo de acciones sociales se definan y se implanten con el
mayor consenso social, tratando de evitar clichés y unilateralismos.
–En la contracubierta
del libro podemos encontrar un cartel con la leyenda “Vivas nos queremos”.
Parece sorprendente que llegados al siglo XXI debamos recordar ideas tan
básicas como esta. ¿Es el sentido de la propiedad masculino tan acervado
respecto al de la mujer?
–Sí, sorprende. Lo mismo que sorprende que en pleno siglo
XXI haya que seguir luchando en algunos lugares del planeta contra la pena de
muerte o contra la discriminación por determinadas circunstancias personales.
Pero insisto en que la sociedad humana evoluciona hacia fórmulas más avanzadas
y mejores de convivencia, que la humanidad es –en términos globales– más
igualitaria y justa que jamás en la historia; por lo que confío en que la
educación pueda acabar con lo que queda de un modelo de relación interpersonal
basado en el sentido de la propiedad.
–“¿Qué une a “Mía”
con “Crónica de ausencias y De la luz y el olvido” el poemario que publicó
anteriormente?
–Poesía y novela son, obviamente, dos géneros muy distintos;
pero el propósito del escritor es, creo, el mismo en cualquier caso: contar
algo. Entre “Mía” y mis poemarios hay diferencias obvias, pero creo que pueden
encontrarse algunos elementos comunes, temas que aparecen debajo de las
palabras o de las acciones: la búsqueda del amor, la soledad… Y, además –y
quizá por encima de todo ello–, la necesidad como escritor de hacerlo con una
voz propia, identificable.
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