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"Archipiélago 988": Entrevista a Pedro M. Martínez Corada, Carlos Montuenga, Alejandro Arrieta, Gabriel Garrido Parent, Natalia M. Alcalde, Alicia Trujillo Aragón y Diego Kindler


Siete autores se enfrentan al desafío del relato, ese género literario denostado en España pero que tantos amantes tiene en otros países. Un género donde todo es preciso y se juega con la atención del lector, con un golpe de efecto y con la habilidad de lograr ser conciso.
Hay opiniones para todos los gustos, desde los que afirman que la brevedad aporta mayor libertad o quienes manifiestan que en un relato puede leerse con mayor efectividad que una novela ya que esta requiere de más tiempo y de dosis de atención. Recordemos que Julio Cortázar, gran aficionado al boxeo, nos dejó esa frase tan convincente de que la novela gana por puntos y el relato gana por KO. Y aquí podríamos hallar el efecto que este género causa cuando es bueno, cuando la condensación que lo define y la literatura que porta te dejan vencido.
Acaba de llegar a las librerías Archipiélago 988 (Cuadernos del Laberinto. Madrid, 2022) en donde siete autores (Pedro M. Martínez Corada, Carlos Montuenga, Alejandro Arrieta, Gabriel Garrido Parent, Natalia M. Alcalde, Alicia Trujillo Aragón y Diego Kindler) depuran su escritura para reunir una antología que logra ser muy representativa de la literatura breve que se escribe actualmente en España. Siete estilos diferentes centrados en temáticas dispares, lenguajes, estilos y formas de crear que nada comparten; a excepción de buscar la brevedad o de lograr definirse como «escritores de relatos», que no es poco.
Pedro Manuel Martínez Corada —artífice del grupo literario de Archipiélago 988— afirma que en España se ha tendido al «burro grande, ande o no ande» y que esas desproporcionalidad ha regido incluso en la literatura. Efectivamente, este libro nace con el ánimo de recordarnos que desde Cervantes hasta Tolstoi, pasando por Italo Calvino, Astrid Lindgren o Dickens, el cuento nunca ha dejado de ser una parte fundamental de la literatura.
Archipiélago 988 es no solo uno de los mejores libros de relatos escritos en España en los últimos años; es además un libro contundente y profundo que juega con el lector, que le engatusa y deleita mediante altas dosis de una personalísima sensibilidad.
Hemos reunido a los siete escritores que forman este archipiélago para hablar largo y tendido sobre la creación literaria, sobre géneros y prejuicios literarios o simplemente de libros; nada mejor para disfrutar.


¿Cómo definiría y por qué recomendaría Archipiélago 988?
Pedro Manuel Martínez Corada
Es libro singular porque desde diferentes temas y estilos su lectura ofrece una imagen compacta, homogénea, cuando se podría pensar que siete autores —y treinta y seis relatos que componen la colección— lo tenían complicado en este sentido. Pienso que el hecho de que todos los que participamos en él lo hagamos, al tiempo, en un taller literario tiene que ver con ello; aunque solo fuera por este motivo, merece la pena leer el libro, pero es que además el lector puede conocer por dónde transita este tipo de narrativa en Madrid y «recuperar» el gusto por la lectura de obras en donde el autor o la autora deben concentrar sus habilidades en contar una historia breve que, como diría Cortázar, debe quedar redonda. Y también porque Archipiélago 988 me parece que está bien escrito, que las historias que cuenta atrapan desde la primera página y se suceden, divertidas, satíricas, emocionales, surrealistas, como si de un festival de cortos de cine se tratara.

Alicia Trujillo Aragón
Archipiélago 988 es muchas cosas, como las imágenes que hemos soñado, deseos que algún día rozamos mas no completamos, una danza entre la lógica y el inconsciente, pensamientos oscuros, también pensamientos poéticos y nostálgicos, que apuntan a una verdad inalcanzable. Pero, sobre todo, yo diría que lo que Archipiélago 988 despliega en sus páginas es el amor y respeto inmenso que todos nosotros compartimos por la literatura, y por eso lo recomendaría.

Gabriel Garrido Parent
Archipiélago 988 es una antología compuesta por relatos de autores con diferentes sensibilidades y formas de escribir. Se combina a partes iguales el sentido del humor, el realismo, el surrealismo. Lo recomendaría porque creo que incluye una serie de relatos potentes que además de entretener hacen algo que pocas veces se encuentra: hacer reír y reflexionar.  

Alejandro Arrieta
—Es un heterogéneo cóctel de jóvenes (y no tan jóvenes) narradores que comparten dos cosas: todos residen en Madrid, y todos ellos son escritores con dilatado bagaje, gusto por la sencillez, por lo visceral y por el buen hacer literario.

Carlos Montuenga
Archipiélago 988 es ante todo un libro colectivo de relatos nacido como proyecto común de siete autores, que tenemos por costumbre reunirnos con asiduidad para intercambiar ideas, opiniones y sugerencias sobre lo que cada uno escribe. A lo largo del pasado año, mientras dedicábamos buena parte de esas reuniones a debatir el diseño del libro y resolver la nada fácil tarea de encontrar un título adecuado que nos convenciera a todos, cobró forma la idea de asimilar nuestra obra colectiva a una especie de archipiélago, un territorio incierto, sin demarcaciones precisas ni fronteras, surgido de forma un poco misteriosa al integrar en un todo único las muy diversas formas de situarse frente a la realidad y entender la experiencia narrativa que cada uno de nosotros aporta al conjunto.
Dicho todo lo anterior, yo creo que Archipiélago 988 es una obra recomendable para cualquier lector amante de lo insólito, que aprecie el placer de viajar sin un rumbo fijo, de adentrarse en un entramado de historias donde lo inesperado puede surgir en cualquier momento y las cosas no siempre son lo que parecen ser. Y si así lo hace seguramente descubra que, a fin de no perderse en ese laberinto, le será necesario apelar unas veces a la fuerza evocadora de los recuerdos, otras a la imaginación y la capacidad de asombro ante lo inexplicable y, en no pocas ocasiones, al sentido del humor.

Diego Kindler
Archipiélago 988 es una colección de relatos de siete autores, tan ecléctica como original. En ella encontramos una variedad de temas que van desde el análisis de los recuerdos hasta la ciencia ficción, todo ello a través del tamiz de siete estilos muy distintos. Ahí radica el interés de esta obra, porque quien la lea no encontrará dos relatos parecidos.

Natalia M. Alcalde
—Creo que el nombre de este libro es una gran metáfora para definirlo: un archipiélago literario, un conjunto de relatos o narraciones que se encuentran sobre una misma superficie, en este caso la superficie son las páginas de un libro. Así como las masas de tierra de un archipiélago varían en tamaño y en recursos naturales, cada uno de los relatos dentro de este conjunto es distinto y único.
Somos siete los autores que ofrecimos nuestros relatos preferidos para dar vida a este libro; una vez al mes nos solemos reunir para criticar y discutir nuestras últimas creaciones literarias. Curiosamente —y aunque no hay ninguna regla sobre lo que debemos enviar al taller o no—, por lo regular escribimos y enviamos cuentos. Nos une la pasión por la literatura de ficción breve, por imaginar situaciones y convertirlas en cuento. Creo, como Shakespeare, que la brevedad es el alma del ingenio, y que en el cuento se forjan los grandes escritores. Todo amante de la literatura debe leer cuentos, y todo escritor es escritor de cuentos, por eso recomendaría Archipiélago 988.

 ¿Qué es lo que le atrae de la escritura?

Pedro Manuel Martínez Corada
—En alguna parte leí a Antonio Muñoz Molina diciendo que escribir es dar forma a mensajes cifrados. No se me ocurre ahora mejor definición de lo que, en varias etapas de mi vida, me ha llevado a sentarme frente a la hoja en blanco. Percibo la escritura como el arte de confeccionar el diario de un viaje interior —tal vez poético— a la búsqueda de El Dorado (que quizá ya no podré encontrar); un viaje lleno de mapas misteriosos, a veces terribles. Cuando consigo descifrar alguno de esos mapas —los mensajes a que se refería el escritor ubetense—, es para mí una gran experiencia vital.
Recuerdo que una noche, en un lugar perdido en mitad del Sáhara, le pedí a uno de mis acompañantes que me avisara cuando «amaneciera» la Luna tras las dunas. Al rato escuché: Espagnol, la lune, la lune du désert !: No he logrado todavía escribir sobre la Pléyade que levantó al satélite sobre las arenas convirtiéndolas en un mar de olas plateadas... Si algún día lo consigo habré dado otro paso en la búsqueda de la ciudad perdida que antes mencioné, y ello será gracias al maravilloso ejercicio de escribir.
 

Alicia Trujillo Aragón
—Más que atraer, para mí es una necesidad imperiosa. No puedo dejar de hacerlo, no es algo racional. Desde pequeña los libros ocuparon en mi vida un lugar sagrado. No me encanta esa palabra porque no soy religiosa, pero si lo fuera, la literatura sería mi religión y la escritura mi práctica. Supongo que es algo espiritual para mí, la literatura cubre una dimensión que nadie ni nada más puede llenar.

Gabriel Garrido Parent
—Me atrae el intentar meterme dentro de mi mente y sacar un texto que tenga una lógica que yo considere ordenada. Entonces la lógica interna del relato cobra una especial importancia siempre y cuando el lector conecte con lo que está leyendo. Que siempre lo hará si le dedica el tiempo y la sensibilidad suficiente.  

Alejandro Arrieta
—La literatura es un arte introspectivo: lector y escritor la practican a solas. Además, no requiere especial preparación técnica para abordarla. En las sociedades desarrolladas, todo el mundo sabe leer y tiene herramientas a su disposición para aprender a escribir correctamente, al menos en su lengua materna.
A diferencia de lo que sucede con otros artes, como la música, la danza y la pintura, que suelen requerir la presencia de un mentor o profesor para saber abordarlas en unas óptimas condiciones técnicas, la escritura se suele aprender leyendo. No requiere grandes infraestructuras ni elevadas sumas de dinero para ser creada o consumida. Cualquier persona alfabetizada puede iniciarse en ella, e incluso profundizar bastante si se hace con alguno de los cientos de manuales de escritura creativa que existen y están a su disposición. Escribir sale gratis y disfrutar de la escritura resulta bastante barato en comparación a otras ceremonias artísticas, cuya organización requiere muchos más medios materiales y humanos. Se puede afirmar, en definitiva, que la escritura es el arte más democrático que existe.
No obstante a todo lo expuesto antes, Archipiélago 988 surge de la pulsión de siete escritores a hablar de literatura, a las ganas de siete personas de celebrar y compartir la lectura y la escritura como un proceso grupal, como una catarsis colectiva en la que siete individuos son lo bastante humildes como para querer recibir las críticas y aprender de otros entusiastas de la lectura.

Carlos Montuenga
—Pues, en primer lugar, lo mismo que me atrae de la lectura: el poder prodigioso de la palabra para crear realidades, significados. En un sentido más personal, me atrae de la escritura su carácter de aventura: para mí eso de escribir solo adquiere verdadero sentido si se entiende como un desafío, un continuo arriesgarse a no dar con lo que uno busca. De hecho, creo que el riesgo del fracaso es un estímulo más para lanzarse a la experiencia incomparable de explorar modos de dar forma y expresar en palabras que los demás comprendan algo de ese mundo difuso, inmaterial, de ideas, sentimientos y percepciones que es parte de nosotros mismos.

Diego Kindler
—Escribir se convirtió para mí en mi vehículo de expresión cuando vivía en Suecia, en una isla, apartado de todo. Y no solo eso: gracias a la literatura empecé a observar mi entorno, las relaciones humanas y los acontecimientos de otra manera. Buscar una forma de contar una historia en cada cosa que veía, desde un caracol trepando a un aspersor, hasta los pensamientos de una persona justo antes de entrar en una combustión espontánea, hicieron que viera en la escritura una forma de preguntarme a mí mismo cómo querría que me narrasen cualquier cosa.

Natalia M. Alcalde
—Desde pequeña he sido muy propensa a imaginar, a soñar despierta. Ahora, a punto de cumplir los treinta, esa característica tan propia de la infancia sigue siendo parte habitual de mi tiempo. Descubrí la literatura siendo adolescente. Al enterarme de que había gente que vivía para inventar historias y pasarlas a la palabra escrita, entendí que esa debía ser mi profesión. Fue entonces que empecé a escribir, con doce o trece años, y desde esa edad no he parado. Descubrí así las distintas dimensiones de la creación literaria y, como es lógico, me enamoré. Entendí, también, lo mucho que nutre el leer a otros escritores, la fuerza que se adquiere a través de los libros.
Seré escritora toda la vida.

 
¿Qué le ofrece el relato que no tienen otros géneros literarios?

Pedro Manuel Martínez Corada
Me gusta lo breve, me siento bien cuando me esfuerzo en buscar imágenes, alusiones o metáforas que sugieran al lector otros mundos dentro de la historia que está leyendo. En esta línea, me gusta también escribir relatos hiperbreves de vez en cuando… Dice un conocido tópico que «una imagen vale más que mil palabras»; yo no lo miro así. Un relato corto puede generar en el lector más de mil imágenes, incluso más de las que pueda sugerir una novela. Por citar un ejemplo, valga este hiperbreve atribuido a Hemingway: Se vende: Zapatos de bebé sin usar. Este brevísimo texto apócrifo de siete palabras nos ofrece un cúmulo de historias.


Alicia Trujillo Aragón
—Como escritora lo que más me aporta es la habilidad de condensar en pocas palabras el núcleo de lo que quiero transmitir. Eso hace que tenga que ser más consciente de la elección de cada una de las palabras, comas y puntos. Nada puede estar de más, y cada frase tiene que estar justificada. Esta concisión que exige el relato me da orden mental, orden necesario que como escritora necesito (teniendo en cuenta el caos de ideas, emociones e imágenes que pululan por mi cabeza y que quiero expresar).

Gabriel Garrido Parent
—Es una manera de intentar dar a entender el punto de vista de un tema de manera más concisa que con otros géneros. Le obliga a uno a tener que crear una tensión que mantenga al lector atento. Como si le sujetásemos del cuello al principio y no le soltásemos hasta el final.

Alejandro Arrieta
—El relato es un arte infinitamente más flexible que la novela, en tanto que debido a su brevedad, permite al escritor hacer propuestas más radicales y descontextualizadas de cualquier tipo de entorno real o ficticio. Por su parte, el lector, cuando se dispone a comenzar a leer un relato, suele estar más predispuesto a dejarse sorprender por el narrador, mientras que al abordar una novela, la predisposición suele estar más orientada hacia la satisfacción de ciertas expectativas relacionadas con el gusto del lector.

Carlos Montuenga
—Yo creo que, debido a su extensión limitada, el relato ofrece al escritor una gran libertad para desmarcarse (por así decirlo) de estructuras literarias claramente definidas y buscar aquellas formas de expresión que mejor sirvan a sus propósitos.
Es claro que una narración breve no es el medio más adecuado para delinear de forma precisa y pormenorizada la realidad que el escritor pretende transmitir, pero, según yo lo veo, en eso radica precisamente su enorme potencial y su atractivo: unas pocas páginas pueden bastar para recrear situaciones, estados de ánimo, circunstancias de toda índole, siempre y cuando el escritor acierte a combinar una serie de elementos, entre los que yo destacaría la intensidad descriptiva y el ritmo que se imprime a la narración, un ritmo que conviene mantener de principio a fin. Por todo ello, creo que en el relato, más quizá que en otros géneros literarios, es de la mayor importancia que cada palabra, cada línea de texto, cumpla una función muy precisa dentro del conjunto. En el breve espacio de un relato no debe haber lugar para respiros ni digresiones, el escritor se la tiene que jugar a todo o nada.

Diego Kindler
—Un relato es una fórmula cerrada, breve y sintética. No es un género en sí mismo, puesto que un relato puede ser de terror, de espías; puede estar basado en hechos históricos o ser una fábula. El relato no tiene un público específico. Hay relatos para niños y para adultos. Lo importante de un relato es que guste, que entretenga, que provoque emociones en quien lo lea. Y todo ello debe estar contado de manera clara en pocas páginas sin perder un átomo de calidad. ¡Que se lo digan a Borges o a Poe! Esto también lo hace atractivo a la hora de leer si no se dispone del tiempo y la dedicación que requiere una novela o si, simplemente, se quiere saltar de una historia a otra en poco tiempo.

Natalia M. Alcalde
—Para mí, la literatura breve implica un reto inmenso. Es fácil extenderse para narrar los detalles y los pormenores de una situación, pero el mantener una historia en la extensión de un cuento implica una especial genialidad. Decir lo justo, que no haya palabras sobrantes o frases redundantes, y aun así ser comprendido por todos: ahí hay magia. Como dije antes, creo que el cuento es la base de toda creación literaria.

¿Por qué en España, a diferencia de otros países occidentales, el cuento parece que se considera un género menor? Háganos una defensa del relato

Pedro Manuel Martínez Corada
—Aquí se lee muy poco relato, es cierto (pienso que en España se lee poco, en general). Es una cuestión que me parece difícil de responder, una pregunta que me genera otras muchas, pero pocas respuestas: ¿Es por considerar que una novela o un poemario son signo de una «mayor» cultura? ¿Quizá por la Historia que ha vivido este país? ¿Porque el relato entretiene menos? ¿Para que los demás no piensen que soy «infantil»?... Se dice que «burro grande, ande o no ande» y me gustaría recordar que este refrán tiene otro significado además del que se refiere a que lo grande es más caro o mejor.
Lo que sí tengo claro es que el relato no es ni mejor ni peor que otras obras creativas, a las que respeto mucho, y que la decisión de elegir una entre otras es un acto de libertad que, por desgracia, sigue sufriendo prohibiciones y persecución en muchos países del mundo.
Aprecio al relato, además de lo que vengo exponiendo, porque está ligado a la tradición oral, nace con ella. Mucho antes de que apareciera la escritura, tal como la conocemos, compartíamos cuentos (o poemas) alrededor de una hoguera o los escuchábamos —y seguimos escuchando— antes de dormir. Fabular es una capacidad distintiva de la raza humana. Narrar historias breves, por escrito o verbalmente, me parece apasionante.


Alicia Trujillo Aragón
—Es algo muy cierto. Pienso que es una cuestión de educación; yo no recuerdo que en el colegio me hayan hablado en profundidad sobre el relato, de la misma manera que la gran mayoría de las lecturas que me daban fueron libros o ensayos.
En mi experiencia, la gente que más se ha acercado a este género son los que tienen un interés importante en la literatura, sean o no escritores.
En defensa del relato, como escritora, me parece uno de los géneros más complejos y que más ayuda a perfeccionar la técnica. En cuanto a lectora, es una pequeña joya que te regala un hondo viaje en poco tiempo.

Gabriel Garrido Parent
—Es posible que se considere un género menor, pero es porque el marketing se suele centrar más en las novelas y los best seller. Lo cierto es que el relato ofrece en estos tiempos de poco tiempo y pantallas algo que las novelas no: brevedad. Por lo tanto, un relato puede leerse con mayor efectividad que una novela la cual requiere de más tiempo y de dosis de atención.

Alejandro Arrieta
—Siguiendo el razonamiento de la respuesta anterior, es fácil observar que cuando abrimos una novela esperamos que se satisfagan ciertas expectativas que ya tenemos de antemano, bien sean con respecto al autor, o bien sean con respecto a la temática de la novela, o con respecto al género de la misma (policíaca, autoficción contemporánea, aventuras...). Cuando comenzamos un relato nos entregamos al escritor, queremos que este nos sorprenda, y no nos importa ceder el control de los acontecimientos al narrador.
Tal y como dijo Julio Cortázar, gran aficionado al boxeo, la novela gana por puntos y el relato gana por KO.

Carlos Montuenga
—Lo cierto es que insignes representantes de las letras hispanas como Leopoldo Alas, Benito P. Galdós, Emilia Pardo Bazán, Pío Baroja, Ramón del Valle Inclán, Miguel de Unamuno, Vicente Blasco Ibáñez, Miguel Delibes o Camilo José Cela, han cultivado tanto la novela como la narración breve. Sin embargo, el que en España se tienda a considerar el cuento como un género menor puede obedecer a que nuestro país no cuenta con grandes figuras que hayan destacado precisamente en ese género literario (como en otros países lo hicieron, por ejemplo, Allan Poe, Franz Kafka, Ernest Hemingway, Juan Rulfo, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Anton Chejov, o, ya en nuestros días, Alice Munro). Creo que basta con sumergirse en la obra de autores como estos para despejar cualquier duda sobre la importancia del relato como género literario.

Diego Kindler
—España no es muy diferente de cualquier país de su entorno. Lo digo porque he vivido en seis países a lo largo de muchos años, y me ha servido para darme cuenta de que toda Europa vive un declive cultural. El cuento es un género menor para personas que confunden cantidad con calidad, pero no así para quienes tienen cierto rodaje literario. ¿Qué grandes autores no tienen una gran producción de cuentos? Desde Cervantes hasta Tolstoi, pasando por Italo Calvino, Astrid Lindgren o Dickens, el cuento nunca ha dejado de ser una parte fundamental de la literatura. Otra cosa muy distinta es que el público piense que aprovecha más leerse un códice o un tocho de mil páginas sobre demonios y catedrales, que además de tener unas tapas llamativas, sirva para evitar que se vuele la toalla en la playa, pero quien lee con frecuencia y disfruta de la literatura no hace de menos a un buen relato.

Natalia M. Alcalde
—Un buen cuento, al ser breve y conciso, impacta y se queda pululando en la mente durante días (a veces meses). A manera de defensa del relato me gustaría recomendar un par de ellos, el primero es La casa tomada, del mismo Julio Cortázar; y el segundo es El Horla, de Maupassant. Son dos relatos muy diferentes, pero innegablemente memorables, ambos confieren un buen puñetazo, duelen y dejan marca. Creo que lograr ese impacto en pocas páginas requiere de un gran talento y agudeza literaria. Como lectora, en lo personal, me encanta la literatura fluida, que agrede, que te hace saltar sobre tu silla y cuestionarte los detalles más básicos de tu existencia. Eso hace el cuento…

—Imagino que no fue fácil el diseño de esta antología al tratarse de un grupo numeroso manejando material tan preciado y personal como son los propios escritos. ¿Cómo fue el trabajo en equipo? ¿Establecieron límites o directrices a la hora de escribir o editar?

Pedro Manuel Martínez Corada
—En nuestro taller literario hay muy pocas normas. Es un lugar abierto donde cada uno escribe lo que siente y la crítica que realizamos a lo que escribimos se realiza con franqueza y ánimo constructivo. El título del libro supuso una ardua búsqueda, pero la reflexión dio fruto y apareció al fin nuestro archipiélago. Convenimos en que el hallazgo definía bien la diversidad de historias-islas reunidas en el mismo. El «988» no es una misteriosa referencia a la situación geográfica de estas islas que simbolizan los relatos sino el nombre del bar en donde nos reuníamos en los momentos más duros de la pandemia y cuya terraza fue testigo de los debates sobre el contenido de la antología. Como decía al principio de esta conversación, pienso que los relatos han quedado bien engarzados a pesar de su diversidad temática y de los variados estilos con que están escritos. El número de relatos aportados por cada autor no es el mismo debido a que algunos de los miembros actuales del taller se incorporaron a él cuando el proyecto ya estaba en marcha. La edición fue rápida pues los textos estaban ya revisados por los autores. Agradezco mucho desde aquí la destacada labor realizada por el equipo de nuestra editorial, Cuadernos del Laberinto, en las correcciones y maquetación de Archipiélago 988, así como al fotógrafo Diego Martínez por la preciosa imagen que nos ha regalado para la portada.

 
Alicia Trujillo Aragón
—Nosotros nos reunimos una vez al mes o cada dos meses para compartir nuestros escritos y comentarlos. Estas reuniones son maravillosas, ya que me permiten continuar aprendiendo y mejorar en este oficio tan difícil que es la escritura. Ayuda también el hecho de que mis compañeros son lectores exigentes. Con mi relato La manecilla embustera, y con todos en general, más que marcar límites o directrices, expresan su visión, siempre crítica y fundamentada, en cuanto al tono del relato, el estilo, la manera en que abordo la historia y cómo ellos lo perciben. Habiendo escuchado y digerido lo que me hayan dicho, tomo acción sobre el mismo y realizo los cambios que considere pertinentes; claro que es algo muy personal, y no siempre estará uno de acuerdo con la opinión del otro, pero lo que es seguro es que siempre te aporta algo positivo.

Gabriel Garrido Parent
—El trabajo en equipo fue de maravilla, ya que al ser un taller literario ya teníamos aprendido el funcionamiento. Cada uno seleccionó los cuentos que quería para incluir en la antología. Luego los corregimos entre todos (errores ortotipográficos, ya que el contenido siempre se respetó).
Aunque en una primera lectura podría parecer que se trata de una antología sin orden alguno lo cierto es que al crear el índice se procuró que hubiera relación entre un relato y el siguiente relato, de tal manera que de alguna manera Archipiélago 988 podría considerarse una novela hecha a base de relatos.  

Alejandro Arrieta
—Nunca hubo ningún tipo de límite, dado que la gracia que tiene un libro de relatos escrito por varios autores es precisamente que su lectura sea una experiencia lo más heterogénea posible.
 
Carlos Montuenga
—Empezamos el proceso reuniendo una abundante cantidad de material   a partir de las aportaciones propuestas por cada autor. Una vez revisado todo ese material inicial por unos y por otros, fuimos analizando distintas opciones tanto para los contenidos y extensión final del libro como para el orden en que debían figurar los relatos que finalmente acordamos seleccionar. En cuanto a límites o directrices, lo que tuvimos siempre presente (aparte de lo relativo a la extensión total del libro que establecimos finalmente en trescientas a cuatrocientas páginas) fue la importancia de mantener un nivel alto de calidad literaria en los relatos seleccionados y combinarlos de modo tal que lográramos conseguir un conjunto atractivo y sugerente a partir de las aportaciones individuales de cada uno.
Quiero dejar aquí constancia de la labor titánica que Pedro Martínez Corada, promotor del proyecto, se echó sobre los hombros al ofrecerse desde el primer momento a revisar las sucesivas maquetas del libro hasta alcanzar la versión definitiva. Mención aparte merece también el número incalculable de horas que estoy seguro dedicó cada uno de nosotros a pensar y repensar títulos posibles para el libro.

Diego Kindler
—Hubo quien presentó una gran cantidad de relatos, de los cuales, algunos fueron descartados. Otros, en cambio, tienen solo un relato publicado en este libro. Sería poco acertado hablar de un trabajo en equipo, más que nada porque hay una persona en el grupo sobre la que recayó la mayor parte del trabajo. Hablo de Pedro Martínez. Él se ocupó de seleccionar, corregir y ordenar los relatos. No dejar esto último claro sería injusto y nada honesto.

Natalia M. Alcalde
—Nuestro grupo reconoce a la escritura creativa como un quehacer libre, personal y único de cada autor, por eso no hemos marcado restricciones en cuanto a la temática o el estilo de cada texto. Cuando acordamos crear una antología con lo que enviamos mes con mes a nuestro taller literario, de forma obvia —casi silenciosa—, concluimos que el género era el cuento. Era natural.
En cuanto a la edición y el trabajo diario, es preciso agradecer a un miembro muy especial de nuestro taller: Pedro Martínez. Él es fundador y editor de la revista literaria Almiar, en donde todos los miembros de este grupo hemos publicado más de una vez. Fue él quien tuvo la iniciativa de crear este libro y trabajó para hacerlo una realidad; nosotros colaboramos y apoyamos con nuestros cuentos. El trabajo en equipo, bajo la guía de Pedro y de nuestra editora, Alicia Ares, fue muy sencillo. Lo solíamos discutir todo con una caña enfrente y la verdad que, ya sea hablando sobre literatura o creando una antología, siempre lo pasamos muy bien.

Recomiéndenos su libro de cabecera
Pedro Manuel Martínez Corada
—He recordado este último verano una novela que leí por segunda vez hace ya algunos años. En pocas ocasiones he encontrado en España a alguien que supiera quién fue José Eustasio Rivera, escritor colombiano y Doctor en Derecho. Sin La vorágine (1924) el realismo mágico lo hubiera tenido más difícil. En esta novela, Rivera denunció los crímenes cometidos por los caucheros en la selva amazónica colombiana durante la fiebre de la explotación del producto a comienzos del siglo XX. Está escrita como si fuera un informe dirigido a un ministro y se basa en los manuscritos de Arturo Cova, un joven que, huyendo de la justicia, llega junto con su amante a la selva abandonada por el gobierno. Dos pasajes quise volver a leer especialmente: la descripción de una tormenta y el final (como si de dos relatos se tratara). Junto al resto de la obra, hacen de ella un clásico de la literatura sudamericana y, en opinión de muchos, la gran novela de la selva.
La tormenta de La vorágine es algo más que lluvia y relámpagos. En mi opinión no es «una», es «la tormenta», es un retorno al momento en que las células medraban en la ciénaga primordial para después recorrer el túnel que condujo la vida hasta la jungla de caucho, miseria, enfermedad y violencia.
José Eustasio Rivera murió a los cuarenta años, al parecer de malaria cerebral. En su corta vida se esforzó en denunciar las injusticias sociales en Colombia. Era un tiempo oscuro, es probable que tan negro como el que ahora vive el mundo, quizá por eso me impacta aún más el final de la obra, cuando Rivera da cuenta de la suerte corrida por Cova y Alicia, su amante: Ni rastro de ellos. ¡Los devoró la selva!

Alicia Trujillo Aragón
—¡Qué difícil!, para empezar, nunca suelto el libro de Poesía Completa, de Alejandra Pizarnik, o El libro del desasosiego, de Pessoa.
Novelas: El túnel, de Ernesto Sabato, y Memorias del subsuelo, de Dostoievski.
En relatos: Guy de Maupassant, Lucia Berlín, y no podría faltar Alice Munro.
Pero tengo que aclarar que, si tuviera que elegir a uno, sin lugar a duda sería Dostoievski. No se necesita más.

Gabriel Garrido Parent
The Outsider, de Colin Wilson, por citar uno.

Alejandro Arrieta
La Broma, de Milan Kundera; o El cojo y el loco La noche es Virgen, de Jaime Bayly.

Carlos Montuenga
—Más que a un único libro, me voy a referir a tres que, por distintos motivos, han dejado en mí una huella indeleble:
La montaña mágica (Thomas Mann): profunda reflexión sobre la percepción humana del tiempo, sobre la vida, la enfermedad, la muerte… Es una novela inmensa, con múltiples significados que el lector habrá de ir descubriendo mientras se adentra en las vidas de personajes fascinantes que soportan como pueden su reclusión en un sanatorio alpino para tuberculosos. Sin duda una de las obras cumbres de la narrativa del siglo XX.
El Aleph (Jorge Luis Borges): sumido en la penumbra de un sótano polvoriento, el protagonista advierte la presencia de una pequeña esfera tornasolada que resplandece con intensidad inusitada. Al mirarla, contempla en un instante infinitas imágenes que conservan su nitidez individual a pesar de ser simultáneas. Comprende entonces que todo lo que existe está allí al mismo tiempo (o acaso fuera del tiempo): el cielo, la tierra, un atardecer en el océano, la circulación de su sangre, sus vísceras, unas cartas, escritas por su adorada Beatriz, cuyo contenido le hace estremecer, las sombras de unos helechos en el suelo de un invernáculo, un astrolabio persa, todas las hormigas que hay en la tierra… La totalidad del universo se hace presente ante él en ese preciso instante. Así transcurre la escena culminante de este memorable relato del escritor argentino que transmite de manera magistral el estupor del ser humano frente aquello que escapa a su comprensión.
Niebla (Miguel de Unamuno): una audaz experiencia que abrió nuevas vías a la narrativa. Unamuno no considera al lector como un elemento pasivo a quien se ofrece una historia ya hecha, que progresa de forma lineal, alcanza su nudo narrativo y queda resuelta de un modo u otro en el final. Por el contrario, al lector se le demanda su intervención para que colabore con el autor en la búsqueda de significados y decida entre varios finales posibles. El lector se convierte así en creador, alguien a quien corresponde encontrar el sentido último que para él tiene la narración.

Diego Kindler
—Yo no tengo un libro de cabecera porque tengo una pila altísima de libros que quiero leer, por lo que es muy raro que lea un libro más de una vez. Podría recomendar libros que me han impactado o gustado especialmente, eso sí, pero me extendería sin necesidad en una lista de títulos y autores. Para ser justo, y más como un impulso ético que por un ejercicio de narcisismo, recomiendo Cuando Shlemel fue a Varsovia, del ganador del premio Nobel Isaac Bashevis Singer. Fue el primer libro de cuentos que cayó en mis manos, y a él le debo en gran parte lo que soy hoy. Ese libro me abrió los ojos a un mundo y a una manera de entenderlo que, desde entonces, no ha dejado de ser una parte de mí.

Natalia M. Alcalde
—Me cuesta pensar en un solo libro como libro de cabecera. Pero si tuviera que elegir uno sería Si una noche de invierno un viajero, de Italo Calvino.
Y como buena abanderada de la literatura latinoamericana, recomiendo muchísimo Nuestra parte de noche, de Mariana Enríquez. Es una novela de terror tremendamente original, oscura, gótica y esotérica (como me gusta).

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Hablamos con el poeta Antonio Perán Elvira (Lorca, Murcia. 1954), cuyo poemario “Discurso de Blanda y Firme” acaba de llegar a las librerías bajo el sello madrileño de Cuadernos del Laberinto. El lector podrá deleitarse con poesía clásica bien medida y bien rimada: décimas que componen estos 1.000 versos cargados de lenguaje poético y de reflexión sobre los temas fundamentales: el alma, el cuerpo, el amor, el odio, la paz, la vida, la muerte, la justicia, el ser… en forma de diálogo entre dos personajes antagónicos y plenos de inteligencia. Una recomendación especial para no tener prisa y llenarse de filosofía y poesía.   «Filosofar poéticamente es un oficio que sólo una mente lúcida consigue. Como lo hace Antonio Perán Elvira en este poemario. Lleno, además, de imágenes acertadas y juegos propios de una gran epopeya». XOSÉ A. PEROZO «El círculo innegable que hace rodar los motivos del ser y su contrario: el cuerpo y el alma, Dios y el diablo, el bien y el mal, la justicia

Sol negro. Depresión y melancolía”, de Julia Kristeva

Treinta años después de su publicación original (1978), la editorial Wunderkammer nos presenta una revisión de Sol negro. Depresión y melancolía , tal vez uno de los textos más conocidos de la filósofa y psicoanalista Julia Kristeva (Bulgaria, 1941). Sol negro es uno de esos textos que pueden hacer que pases una noche en vela: el análisis que propone de la tristeza es punzante, los ejemplos clínicos de depresión femenina pueblan de imágenes terribles los intentos de conciliar el sueño. Sol negro alcanza lo íntimamente personal, y quizá esto sea lo que lo hace más significativo. Tener de nuevo el libro entre mis manos me daba miedo por dos razones radicalmente opuestas: me asustaba la idea de que me afectara del mismo modo que lo hizo la primera vez, pero aún temía más que me decepcionara y no superase la barrera de las circunstancias. No ha sido el caso. Un segundo acercamiento –y tal vez ese sea el sentido de realizar la revisión de un texto– permite hacer una lectu